viernes, 29 de mayo de 2009

Cuando el alma viaja a un mundo paralelo


“A veces el vacío le atrapaba, como un viento envolvente y frío que calaba en él hasta llegar a sus huesos.

Sentía una especie de ganas de dejarse morir, si pudiera.

Aunque no siempre lo sentía así. En otras ocasiones lo que vivía era una angustia terrible, el desasosiego de querer y no poder, la ansiedad del que desea, pero sin saber el qué.

Su fracturada y dislocada mente, compleja, perturbadora, por momentos perversa y traicionera, hacía de él una marioneta a merced de cualquier tipo de emoción, cualquiera que fuese, expuesta a mayores abismos cuanto más vibrantes y más intensas fueran éstas.

Quizá fuera eso lo que su alma en realidad buscaba.

Inmerso en esos laberintos psíquicos, perdido, deambulaba por sus pensamientos sin rumbo. Como por inercia el propio cuerpo sincronizó con su mente y le empujó a salir a las calles, sin rumbo también.

Puede que no mirara y casi seguro que tampoco veía, siendo inconsciente de cada paso dado. Pero seguía andando.

Sus ojos se perdían en el infinito, en la nada, en dirección al suelo, al cielo, al aire.

No eran sensaciones buenas pero tampoco malas, quería tenerlas, seguir en ellas, no salir de ahí, todavía no.

Sintió frío y sin saber qué hacer, sin pensar que hacer, entró en un gran almacén y comenzó a caminar por su planta baja entre pasillos, cajas registradoras, mostradores, sin fijarse en nada, sólo andando.

De pronto se encontró en la sección de libros.
Se paró.
Miro a su alrededor.
Los expositores, las altas estanterías hasta el techo, con todos esos tomos de colores colocados por temas le rodeaban como montañas.

Se dirigió hacia el letrero donde ponía Guías de rutas. Fue leyendo los títulos y entonces reaccionó. Y empezó a buscar los Techos del mundo, que era un tema con el que había estado “levitando” durante los días anteriores mientras se interesaba por la suerte de Edurne Pasabán en su 12º ochomil.

No encontró mucha documentación en esa sección y siguió buscando letreros que le llevaran hasta un título que le interesara. Llegó hasta Deportes y a la derecha de esa estantería, justo a la altura de los hombros y frente a sus ojos vio unos impresionantes y enormes volúmenes, atractivamente encuadernados que ejercieron de poderoso imán a donde fueron a parar sus manos.

Sacó uno de ellos. Trataba sobre Grandes Exploradores. La fotografía que ocupaba toda la portada era en blanco y negro. Y su autor, Frank Hurley.

Apoyó el borde del gigante y pesado tomo sobre la estantería y lo abrió. Estaba repleto de impresionantes fotografías ante las que una y otra vez se quedaba inmóvil. Intentaba pasar las páginas sin detenerse demasiado para poder echar un vistazo a todo el libro antes de que alguna persona encargada de aquello le llamara la atención. Pudo conocer en breves instantes a una parte importante de la tripulación: el segundo comandante Frank Wild, el segundo oficial Tom Crean, el tercer oficial Alfred Cheetham, el capitán Frank Worsley, los cirujanos Alexander Macklin y James Mcllroy, el geólogo James Wordie, el biólogo Robert Clak, el físico Reginald James, el meteorólogo Leonar Hussey, el fotógrafo Frank Hurley y el artista George Marston.

Durante todo ese tiempo se sentía clandestino en la librería, absorto en el mundo del Endurance.

En algunas de las páginas podía llegar a sentir la camaradería, el orgullo de pertenecer a ese grupo, el esfuerzo sostenido, las dificultades, la lucha, el sacrificio que quedaba plasmado en las fotos y en las caras de sus protagonistas y le inundaba una sensación que no podía definir pero que la encharcaba los ojos y le hacía flaquear las piernas.

(Se hubiera sentado en el suelo, con el hombro y la cabeza apoyados en la pared abrazando el libro, en un momento de feliz abandono).

Al sentir que saltaban de los ojos para rodar por sus mejillas, limpió las lágrimas y continuó en su encuentro clandestino, bebiendo más fotos, fijándose en facciones, detalles, paisajes, en los rostros de los perros que tanto ayudaron y sonrió al ver sus caras. Ellos también formaban parte de ese grupo extraordinario.

Llegó al final de las páginas, miró a su alrededor, cerro el voluminoso libro y volvió a mirar la portada.
(Lo hubiera robado).
Entonces lo colocó en el hueco del estante, con cuidado. Se dio media vuelta y se fue.

De vuelta a casa, porque el tiempo había esprintado mientras tuvo el libro en sus manos, ya no podría asegurar si se encontraba más lleno o más vacío.

Tenía el semblante ni feliz ni triste de los que a veces transitan por un mundo paralelo.

Sin ninguna duda, ahora estaba a gusto”.


Au revoire

6 comentarios:

davidiego dijo...

si quieres aventura, lánzate a la lectura, y pásate por Oletvm...

sislen dijo...

mmm, bonito relato. Ahora entiendo, esas caras ausentes cuando paseo... están en un mundo paralelo!!! confieso que también me pasa a veces...;)
¡vaya cambio de look veraniego!

Isadora dijo...

- Lo hice DD, aunque no por Oletvm.

- Sis... yo también confieso que me pasa.
Lo del cambio en el blog... no lo puedo evitar. Es algo cíclico. Me viene la gana y zas!
(Ya dice algo sobre ello la descripción de su cabecera).

Anónimo dijo...

malo

Isadora dijo...

Pero... sabiendo que acepto perfectamente críticas y opiniones, ¿por qué me lo dices de forma anónima, Cimborrín?

¿No has visto en anteriores ocasiones que te sigo hablando igual o que sigo haciendo lo que me apetece al margen de si lo que hago te parece bueno, malo, regular o mediopensionista?
:)

inma dijo...

A veces es mejor viajar en paralelo..

Bonito diseño... La foto del árbol me gusta mucho..

Estampas de lugares

Si se atiende a los detalles, todos los lugares tienen su belleza.