viernes, 9 de enero de 2009

Quiero quitarme este nudo...

Siempre hemos sido 4 en la familia hasta que ella llegó hace 14 años y pasamos a ser 5.
Contaba con 4 meses. Era pequeña, miedosa, mimosa, con unos pelitos largos por el lomo como los cachorritos de leopardo. En principio íbamos a tenerla en casa sólo una semana para ver si mi padre accedía y nos la quedábamos.
En los primeros minutos del encuentro ya reveló de qué pasta estaba hecha y todo lo que llegaría a ser para nosotros.
Subimos a la renacuaja al sofá donde estábamos sentados y directamente, tiritando, se acercó a quien tenía que acercarse, a mi padre. Se aproximó a él por la parte de atrás de su brazo, se lo ahuecó con su trufita negra y metió la cabeza para asomarse desde ahí a mirarnos a todos con sus ojitos vivarachos con todo lo blanco por debajo.
Fue en ese instante cuando arrebató el corazón de mi reacio padre. Nada de una semana, sólo estuvo un par de minutos y ya queríamos que formara parte de nuestras vidas.
En los dos días siguientes ya dominaba 5 órdenes: siéntate, échate, corre, quieta, ven.
Mi padre alucinó: Que no, que no, que eso es casualidad. Que este cagajón tiritón no puede haber aprendido ya esas cosas…!
Pues a esas le siguieron muchas más. Buff, más de 50 cosas aprendió la mostrita.
Vivaracha, mimosa, nerviosa, cariñosa, lista, buena, educada, un poco ladradora (bueno no, bastante), paciente, leal, obediente, con carácter, dócil, nunca dio un solo problema, sólo cariño, alegría, vitalidad, compañía, calor.
Era la pequeña de la casa, la mimosina, la expedicionaria y munchausina (como el aventurero barón de Munchaussen), la pirri, la ratita, la mostrita, la karo karolita…
Cuántas cosas le habré contado, cuántos achuchones y besitos me habrá soportado paciente y comprensiva.
Os podría contar tantas cosas maravillosas sobre ella…!
Cómo algo tan pequeño ha podido llegar a ser tan tan grande para nosotros…!
Es la primera vez que pierdo a un ser querido tan cercano. Sí, un ser querido. Ya sé que para quienes no hayan convivido 14 años con un bichito tan entrañable les pueda ser difícil comprender este tipo de sentimientos. De verdad que duele mucho, porque no solo era un miembro de la familia, sino que era el más desvalido, el más chiquitín, el más incondicional, el más frágil, el que te lo daba todo y aguantaba todo sin protesta y en cualquier circunstancia.

Antes de las navidades ya empezó a dar signos de estar mala. Y aunque ella seguía como un cachorrito, juguetona y pizpireta, no podía andar con una de las patas. La llevamos al veterinario y nos dijo que probáramos con unas pastillas para la artrosis y unas gotas para la circulación y que por “el consejo” le abonáramos 50€. Le dimos las pastillas y mejoró, volvió a ser el remolino de colores que había sido siempre. Pero en una semana empezó a mostrar síntomas de ahogo. Respiraba mal. Siempre ha sido muy nerviosa y los cohetes navideños la alteraban, así que pensamos que podía ser por eso.

El día 6, día de Reyes, cuando llegué a casa de mis padres su respiración era más preocupante: rápida, entrecortada, a golpes, insuficiente. Sus patitas apenas podían soportar el peso de su pequeño cuerpo. Pensábamos que necesitaba más pastillas para la artrosis. Pero tras varias tomas la insuficiencia respiratoria no cesaba. Ya no tenía pinta de ser algo pasajero. Dejamos de darle las pastillas por si le provocaban el ahogo.

Ayer día 8 volví a casa de mis padres. Ella, con todo el esfuerzo del mundo, había llegado hasta el hall para saludarme y yo al saludar a mis padres ni me di cuenta de ella. Pero una vez en el salón, antes de quitarme el abrigo la vi parada allí en el hall, de pie, inmóvil, con las patas apoyadas por inercia, las orejas aplastadas, los ojos desorbitados y fijos en algún punto perdido. Algo le estaba pasando justo en ese momento.

Pequeñaaa!.. Pequeñina que haces ahí sola. Ven.

Fui a por ella y se desplomó de cuatro patas contra el suelo. La cogí en brazos y rápidamente me semitumbé en el sofá para que ella reposara su cuerpo sobre mi pecho abrigada por mis brazos.
Tomó unas bocanadas de aire bruscas, silbantes, como arrebatándole un ultimo suspiro a la vida. Segundos después su respiración se hizo más sosegada y sentí que se quería sumirse así, tranquila, en el amparo de mi abrigo y dejando su cuerpo sin fuerza, a mi merced, como muerto.
Fue en esos instantes y con ese gesto cuando mi Karoly me dijo por primera vez: no me sueltes, déjame estar así hasta que me vaya… porque muy pronto me voy, porque ya no puedo luchar más, porque necesito ya dejarme ir. (O al menos eso intuía yo, aunque estaba realmente confundida, preocupada… aterrada).

Me padre, que iba a salir, se acercó hasta el salón para despedirse y le dije: papá que he encontrado a Karoly mucho peor. El me dijo que sí, que ayer ya no comió ni pudo bajar a la calle. Que no iba a durar mucho y que él no quería alargarla la agonía con tratamientos. Dicho esto, se de despidió de nosotras y se fue.

Tras un rato de tenerla sobre mí la posé en el sofá e hizo el amago de querer ir a la cocina. Muy muy despacio llegó hasta allí. En ese instante me llamó mi hermana por teléfono para decirme que venía de camino y entonces oí a mi madre que gritaba: que se ha desplomado otra vez!!!

Colgué a mi hermana y fui a por la pequeña. Estaba despanzurrada contra el suelo, los ojos como platos, perdidos, respirando a golpes minúsculos hilos de aire.
La cogí en brazos y lo que vi a continuación me lleno el cuerpo de un frío intenso. Levanto la cabeza, los ojos se la fueron hacia arriba, y cabeza y cuerpo se la doblaron como sin vida hacia atrás, ya sin respiración.

Mire a mi madre desconcertada y con pánico: mamá, no sé que la pasa, que creo que se ha muerto.
Corriendo volví a semitumbarme en el sofá y posarla en mi pecho entre mis brazos y de repente… tomó una bocanada enorme de aire, y yo pensé que esa era ya la última.
Pero mi Karoly siempre fue una enana emocional y luchadora y lo fue aún muriéndose porque tras esa bocanada dio unas cuantas más, todas medio ahogada.

Y ahí, sobre mi pecho y acurrucada al abrigo de mis brazos de nuevo volvío al sosiego y la paz que tuvo momentos antes en contacto conmigo. Sus respiraciones, entrecortadas, forzadas, minúsculas ahora eran se sosegaban, pero con el cuerpo ya sin fuerza.
Ahora creo que cada desplome era un infarto, y el más grande fue este último.
Medio tumbada y con el brazo izquierdo dormido de sostenerla y sin moverme, le dije a mi madre que me acercara las páginas amarillas para buscar el teléfono del veterinario. Y así, con ella encima, busqué pero no lo encontré.

Llegó mi hermana, lo buscó ella. Entonces volví a posar con cuidado a Karoly en el sofá y hable con el veterinario.
Después de explicarle todo, y habiendo visto a Karoly unos días antes, lo único que se le ocurrió decirme es que la llevara otra vez, que ya la daría más pastillas según lo que tuviera.

(Dios!… Diosssssssss!!!!).

Mi padre, que la ve todos los días y que ha ido viendo su empeoramiento dejó claro que no quería tratamientos, que prefería una inyección y fuera sufrimientos. Mi hermana, mi madre y yo pensábamos que si nos decían que era factible un tratamiento y nos aseguraban una buena calidad de vida, pues quizá accederíamos.
Conclusión: mañana la llevaríamos a donde Curro y a ver que hacíamos.

Mi hermana y yo teníamos que salir, así que la dejamos con mi madre, sobre el sofá, muy sofocada por esa respiración axfisiante, pero estaba tranquila. (Aunque ya no sé si era tranquila o moribunda).
Nos fuimos con preocupación, con mal presentimiento. Eran las 7 de la tarde.

A las 9, después de hacer cosas, mi hermana y yo nos despedimos.

Ella iba a casa de mis padres. Yo no.

A las 9:25 recibí una llamada desde casa.

Era mi hermana.

Karoly había muerto.

(8 de enero de 2009)

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Siento mucho contaros esto con tanto detalle que os pueda parecer desagradable pero, como alguien me dijo nada más abrirlo, este es mi blog y puedo hacer en él las cosas como yo quiera.
Y en estos momentos necesito echar ésto y echarlo así.

(Nachete, discúlpame si este post ha hecho sangrar de nuevo tus recientes cicatrices).

Pd: te queríamos mucho, mucho, Karolita, mi pequeñina.
.

8 comentarios:

davidiego dijo...

Un beso y un abrazo muy fuerte.

A. dijo...

Cuánto se llega a querer a esos pequeñines, y cuánto la vas a echar de menos, lo importante es la vida feliz que habeis compartido con ella...otros no tienen esa suerte.
Un abrazo calentito!!

el chulo dijo...

lo siento mucho, de verdad.
un beso.

Nacho Cembellín dijo...

Cada ser que se va y cada persona que deja, lo vive de una manera y lo expresa como quiere y pueda. A veces pienso que no echo de menos a Harpo tanto como debiera. La semana siguinete a Colombia fue dura, realmente dura y tan solo una compi de trabajo me vio reventar a llantos y rabia, porque cuando yo lloro, lloro con rabia, por incomprensión, por impotencia.

Se que me queda un llanto más, el día que decida ir a enterrar su collar, su peine y su tarjeta de censo. Mientras tanto, cada perro, cada lobo que se cruza en mi camino me recuerda que ya no está a mi lado mi más fiel amigo.

Bueno, ya se que no te conozco yo... siento cambiar de tema, pero los misterios y los enigmas, me martirizan hasta que los resuelvo.

sislen dijo...

Pues ayer me reía sola y hoy se me saltan las lágrimas... un abrazo

Isadora dijo...

Muchas gracias a todos.
Parece mentira pero leeros reconforta.

Besitos

Jetlag-Man dijo...

Me había saltado esta entrada tan triste. Lo siento, y un beso.

Isadora dijo...

Gracias Ramonsito.

Después de unos días necesarios para hacerme consciente de interiorizar la pérdida, llorar, hablar de todo ello y de ella; después de varias noches soñando con ella, el dolor se vuelve cada vez más suave, llevadero y ligero.

Es así como tiene que ser.
El dolor se va, los buenos recuerdos se quedan.

Estampas de lugares

Si se atiende a los detalles, todos los lugares tienen su belleza.