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De pronto un día te encuentras respirando aire en vez de flotar en líquido amniótico.
Desde ese momento hasta aquel en el que desapareces, no sabes realmente qué es lo que va a ir transcurriendo a lo largo de tu vida.
Algunos han vivido rodeados de personas experimentadas, capacitadas para irles dando pautas, consejos, una especie de guías que cuidaban de que sus pasos fueran firmes y seguros, encaminados a la eficiencia, a la productividad, a la obtención de beneficios, a la seguridad, al rendimiento, a la estabilidad, al asentamiento, a conseguir un hogar, a construir un futuro, una familia.
Otros han vivido más desprotegidos, obligados a decidir por ellos mismos, sobre la marcha, en el apuro del día a día, sin ningún tipo de guía que les asesore, asegure o secunde, únicamente según su propio acertado o desacertado criterio, basándose en su corta experiencia, en sus preferencias o gustos inmediatos o incluso se han visto obligados a decidir o elegir irremediablemente desde su ignorancia.En ocasiones ambos individuos se encuentran sumergidos en dudas, en un devenir rutinario (tanto si su vida es estática, estable y segura como si es dinámica, inestable e insegura), ven un día igual a otro, sin expectativas, sin emociones, sin ilusiones nuevas y se plantean inventar un nuevo reto dentro de esa misma rutina, algún nuevo proyecto por el que sentirte motivado, con el que sentir que interiormente crecen o que evolucionan. Pero en poco tiempo eso también pasa a ser rutina.
En nuestro viaje vital podemos vivir y nos podemos encontrar con vidas de una trayectoria lineal, gradual, afecta a pocos cambios,
de la misma manera que nos encontramos con otras cuyo discurrir sin embargo, dibuja unos dientes de sierra de gran recorrido, con innumerables cambios y giros en todos los aspectos de su existencia.Hay personas que siempre han vivido en la misma casa (con su familia) y luego han pasado a vivir en otra, con su pareja, con sus hijos. Que empezaron unos estudios, los terminaron y enc
ontraron un puesto de trabajo acorde a ello. Que no han cambiado más que en una o dos ocasiones de empleo. Que han tenido dos o tres parejas a lo sumo. Que viven con la última desde hace años o que se han casado con ella e incluso han tenido hijos.La mayor parte de la gente siente que los cambios les trastornan, les ponen fuera de situación, les supone desconcentración, descontrol, ansiedad, miedo, inseguridad, incertidumbre, desprotección.

Otras personas por el contrario se han visto inmersas en la vorágine de lo efímero, de lo cambiante, lo improvisado, lo mutante.

Personas para las que la vida es una continua vuelta a empezar, una eterna eventualidad, sin parar, sin tregua para permanecer, para descansar, para enraizar.
Han vivido en múltiples hogares, han tenido incontables trabajos y en diversos sectores, han estudiado materias dispares, han tenido numerosas parejas, han vivido en diferentes ciudades…
Pero, a pesar de tantas diferencias entre vidas estables y vidas cambiantes, ¿se podría asegurar quienes son las más felices?
Posiblemente haya momentos en el que unas quisieran estar en el lugar de las otras y viceversa.
Pero lo que es seguro es que todas las personas, absolutamente todas, quieren tener algo para siempre, que no cambie nunca, que siempre esté ahí, que siempre sea lo mismo o que a ser posible se agrande:
los afectos (familia y amigos), la salud y el peculio.

Si nos aseguraran esas tres cosas creo que para nadie sería una preocupación que su vida fuera un ejemplo de inercia o de cambios.
Me atrevo a reinventar la famosa canción: Tres cosas queremos en la vida, salud, peculio y amor, si nos aseguran estas tres cosas, viviremos con emoción (con muuuucha emoción).
Au revoirito
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